martes, 22 de julio de 2008

Algún día mi cabeza va a explotar. A modo de brainstorming Nietzscheano. Lo peor es que todo en mi mente se pierde. Vaya a saber uno en qué bolsa extraña se guarda nuestro conocimiento perdido. Que tan llena debe estar esa olvidada bolsa! Olvidada y atiborrada de olvidos. Seguramente haga un intercambio con la consciencia, de los olvidos que uno quiere (pero no puede!) olvidar; pícaramente los deje reaparecer, nos RECUERDE que van a ser tráfico constante por el resto de nuestras vidas. Los restantes son irremediables. Olvidos por falta de relevancia, olvidos por el cruel paso del tiempo, olvidos necesarios, olvidos del despiste, olvidos consentidos, olvidos convenientes, olvidos de y con aromas, sabores, visiones, deseos, sensaciones...
Escrito de invierno, en horas de odio.

Hay más fantasmas
en mí que en la yerma tierra.

Al odio y al dolor
se une la desesperación
de vivir disuelto en este
mundo de extraños.

Las que son palabras para mí
en los oídos sordos de los necios
son sólo voces incomprensibles
pero negativamente tergiversadas.

Fingen su inocencia
y en habladurías incesantes
descargan su arsenal.

El frío es descaro directo.
Demasiado firme y sincero.
Inaceptable para los corazones
levemente resguardados,
que desoyen al verdadero instinto,
por miedo a la verdad misma.

Lo destronan.
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